Lawrence tragó saliva en seco. Debía reconocer que se sentía acorralado. A sus ojos, esa anécdota familiar era demasiado absurda y vergonzosa para contarla.
No obstante, los ojos de Joel, eran claros en sus intenciones. No quería, ¡Exigía!, que le contase aquella parte de su historia. De modo que tomó aire y se aventuró a responder.
—…Mi bato, contaba, pues, que se batió a duelo con un pretendiente de ella…— comenzó a explicar, notando como usaba muchas muletillas en ese esfuerzo—… Que estuvo a punto de matarlo. Pero, las suplicas de mi madre, que quería salvar aquel antiguo pretendiente que tanto la había amado, hizo que le perdonara la vida…
Hizo una pausa, sintiendo sobre él, el peso de la mirada fría de ese hombre que parecía juzgar la veracidad de a breve relato. O quizás, estaba sopesando cuánto de eso creía que era cierto.
—¡Oh! Bueno, es mi bato, dudo mucho de la veracidad de aquella historia…— tuvo la necesidad de agregar.
Por toda respuesta, Joel ensanchó una