★ Jeffrey Vances
La luz que entraba por la ventana me hizo abrir los ojos con lentitud. Sentí el peso de mi cuerpo en la cama, como si cada músculo estuviera aplastado por una carga invisible. Todo estaba en silencio, solo el suave zumbido del aire acondicionado rompía la calma.
Y entonces escuché la voz de Alan, esa voz tan persistente y molesta.
—¡Jeffrey, ya es muy tarde! —dijo, sacudiéndome ligeramente del hombro—. Tienes que levantarte. ¡Tienes esa entrevista hoy!
Me di vuelta, sin siquiera mirar hacia él. Sentí el colchón hundirse a mi lado, y lo supe. Ella ya no estaba ahí.
Me importaba poco.
La noche anterior había sido... intensa. La mujer con la que pasé el tiempo «lo recordaba de alguna forma» se había ido antes de que yo despertara. Pero en realidad, no me importaba. Lo que pasó fue solo una distracción, una fuga temporal de mi rutina. La adrenalina del momento, la lujuria y la necesidad de olvidar lo que me atormentaba. Eso era todo. El cuerpo, la carne, lo fugaz. Nada má