Había pasado un tiempo desde el último ataque, los lobos de Ronan, no habían vuelto a atacar y eso molestaba Alastor. Sabía que algo se traía entre manos, se asomó al balcón de su aposento y desde ahí vio a jade cortando hortalizas y regándolas. Arlo cargaba las canastas con las verduras, era tan hermosa, el viento soplaba suave y movía su largo cabello y el vestido al conjunto.
Levantándose y mirando hacia arriba, vio a Alastor observarla y le sonrió y agito su mano. Ella era tan feliz, una alma radiante y brillante que sentía que no merecía, con el paso de los días su cuerpo y su rostro habían cambiado, se había vuelto más hermosa y brillante.
Uno de sus lobos le ofreció agua al verla sedienta y ella como una alma tan pura y buena le sonrió agradeciéndole tomando el agua, pero ese gesto fastidio y lleno de celos a Alastor y cuando ella quiso volver a mirar hacia el balcón ya él no estaba.
Y cuando intenta volver a abajarse para seguir en su trabajo, él la toma por la cintura
—¿por