A la mañana siguiente la luz del sol me despierta, estiro mis brazos y jade brinca sobre mí, sacándome un quejido.
—¡Buenos días!—
—Mi esposa— abro los ojos y la abrazo con dulzura sonriendo
—¿Te duele mucho el brazo?— me pregunta y niego y se intenta levantar, pero no la dejo
—Toda la noche te abracé, y aún no me canso de abrazarte— la beso por el cuello con besos sonoros y ella me besa la frente.
—Tengo hambre y ganas de salir y disfrutar de este radiante sol, quiero ver cómo está la manada, aún no he salido de aquí y la veo desde el balcón y he quedado fascinada—
—No te quedes desnuda en el balcón, los lobos pueden verte y eso me pondría de mal humor—
—No te preocupes, lo hago con cuidado. No tienes por qué estar celoso— la puerta es tocada y ella se cubre con la manta. Me levanto y me coloco pantalones, sé que es Arlo y le abro.
—Ahora si sabes tocar la puerta— le reprocho
—Sí, ahora estás casado ni modo. ¿Jade como te sientes?— mete la cabeza para hablar con ella
—Estoy bien, fue