Capítulo 189

La finca de Antonio Mancini, enclavada entre los olivares secos de Cirò Marina, ardía de tensión bajo el sol calabrés. El aire estaba espeso, cargado de polvo y presagios, y la calma era solo una fachada: un puñado de hombres se aproximaba por el camino de grava con paso firme, determinado, como si el suelo mismo les debiera explicaciones.

Los portones se abrieron sin anunciarse. Nadie pidió permiso. Las armas descansaban en cinturones y hombros, pero cada mirada era un disparo contenido.

Antonio Mancini los esperaba en el salón principal, rodeado de mármol blanco, cortinas gruesas y aire acondicionado que no alcanzaba a enfriar el infierno que se avecinaba.

—¿A qué se debe esta visita? —preguntó, con fingida cordialidad. Su sonrisa no tocó sus ojos.

Uno de los hombres dio un paso al frente. Era Ruggero Malacarne, capo del clan Petrigliano, un viejo zorro curtido por la sangre.

—Al correo —dijo sin adornos—. Al maldito correo, Antonio.

El silencio fue inmediato, brutal.

Mancini entorn
Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
capítulo anteriorpróximo capítulo
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App