Capítulo 54: Despojado Como Un Mendigo.
Había mañanas en las que no tenía con quién dejar a Lucía, así que la llevaba consigo al colegio. Nadie se quejaba; al contrario, los niños adoraban a la pequeña que correteaba entre los pupitres con sus coletas despeinadas y su risa contagiosa.
Lucía ya no era una bebé. Tenía dos años y caminaba con paso firme, aunque todavía se notaba la leve rigidez en una de sus piernitas. El tratamiento intensivo había dado resultado.
Cada vez que Lía la veía correr por el pasillo, sentía que todo el esfuerzo —las noches sin dormir, el hambre, las lágrimas— había valido la pena.
—Mírate, mi amor… —le decía sonriendo—. Eres más fuerte que cualquiera.
Lucía le respondía con una carcajada, balbuceando palabras que apenas se entendían, pero que para Lía eran la melodía más dulce del mundo.
En las tardes, cuando el colegio quedaba en silencio, Lía se quedaba un rato más en el salón, recogiendo pinceles, limpiando mesas y observando a su hija jugar con los colores. En esos momentos, la vida parecía si