Las palabras quedaron suspendidas en el aire como un disparo.
Betty soltó un sollozo ahogado. Jorge, paralizado, intentaba procesar lo que escuchaba.
—¿Qué estás diciendo, papá? —preguntó con incredulidad—. ¿De qué hablas?
Nicolás apretó el gatillo con los dedos tensos, sin disparar aún. Su voz, quebrada por el odio y la humillación, retumbó en la sala.
—¡Mary me fue infiel! —gritó con desesperación—. Con uno de mis amigos… aquí mismo. ¡En esta casa! Le disparé a ese cobarde cuando intentó escapar. Está herido, pero no muerto. Y ahora… ¡ella pagará lo que hizo!
Betty cubrió su rostro con las manos, horrorizada. Jorge, incrédulo, se interpuso entre su padre y su madre, extendiendo los brazos para protegerla.
—¡Si quieres matarla, tendrás que pasar sobre mí! —gritó con voz firme, aunque el miedo lo devoraba por dentro.
Mary, temblorosa, apenas podía hablar. Lágrimas silenciosas surcaban su rostro.
Los hijos miraron a su madre sin comprender, desgarrados entre el amor y la traición.
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