Melissa despertó con los primeros rayos del sol, colándose por las cortinas de lino claro. Parpadeó lentamente, como si su cuerpo aún no quisiera soltarse del sueño. Tardó unos segundos en ubicarse, pero el calor que sentía en su espalda, la respiración pausada contra su cuello, y los brazos grandes que la envolvían como si fuesen parte de ella misma, se lo recordaron todo.
Bruno.
Una sonrisa suave se le formó en los labios mientras se giraba lentamente para verlo. Dormía profundo, con el ceño relajado y una expresión tan tranquila que la desarmaba por completo. Melissa llevó su mano a su mejilla, acariciándolo con la punta de los dedos, y sintió cómo él respondía con un leve movimiento, como si su cuerpo la buscara incluso dormido.
Ella no entendía cómo era posible que todo lo que había vivido con él en tan poco tiempo se sintiera tan… eterno.
Lo miró largo rato, memorizando su rostro en calma, como si lo hubiese amado desde siempre. Pensó en lo que habían sido estas semanas: una mez