La lluvia comenzó a caer suave sobre las ventanas, en algún momento de la madrugada, y Melissa abrió los ojos. No estaba el calor con el que se quedó dormida, solo su cuerpo desnudo entre las sábanas, y su respiración se agitó.
No quería que lo que había pasado fuese un sueño, pero cuando se sentó, estaba esa misma cama amplia, y se encontraba en la cabaña a donde Bruno la había traído. Miró las grandes ventanas empañadas por la lluvia y la lámpara encendida a medias, pero por más que buscó con la mirada por la habitación, no encontró a Bruno.
Ella hizo un gesto lastimero en el rostro cuando se movió y se dio cuenta de que entre las sábanas estaba la mancha que comprobaba lo que había hecho.
Se puso de puntillas y caminó por el lugar, y su ceño se frunció cuando no lo vio, pero cuando estaba a punto de abrir la puerta, se dio cuenta de que Bruno estaba afuera de la terraza, de pie, en medio de la lluvia, que no lo mojaba, pero que prácticamente debería estar helándolo.
Caminó rápidam