Conociendo su sitio de trabajo

Rachel se dirigió a la puerta que decía “Vicepresidencia y Secretaría”, empujó la puerta y ésta cedió sin ningún problema, las luces se encendieron automáticamente y ella pudo ver el amplio espacio donde había varios cubículos, distribuidos en el centro de un espacio casi circular, había unas cinco estaciones de trabajo, cada una con un ordenador sobre el escritorio.

A la izquierda estaba se veía una puerta que tenía una polaca que decía “Vicepresidencia” y al lado de ésta puerta había otra que decía “Asistente Presidencia” , así que allí era su oficina, se dirigió hacia ella, pero no sin antes notar que al otro lado estaba una puerta que decía “Presidencia”. Eso quería decir que el señor Hamilton podía entrar directamente a esta oficina sin salir al pasillo exterior de recepción.

Al empujar la puerta, ésta no cedió, intentó mover la manilla, pero esta no cedió ni un milímetro. Trató de ver si había una placa como la del ascensor, pero no se veía ninguna, entonces recordó las llaves que le habían dado. Probó con las que tenían una pequeña placa con el número dos, la única llave que entró en la cerradura giró sin problemas y la puerta se abrió.

La oficina era bastante amplia, con un gran escritorio con su respectiva computadora, sólo que ésta era una laptop de última generación, lo que le permitiría moverla fuera de la oficina o llevársela a casa incluso. Detrás del escritorio había una biblioteca bastante grande que abarcaba toda la pared y justo al lado había una puerta, se dirigió allí y vio que era un baño privado para ella, eso le gustó y le puso una sonrisa en su cara.

y en la otra pared había otra puerta, ésta tampoco se abría por medios electrónicos sino con una llave en la cerradura de seguridad que tenía, al igual que la puerta de su oficina. probó la llave que tenía la placa marcada con el número 1 y la puerta abrió sin problemas. La oficina de presidencia, porque esa debía ser, era simplemente enorme, con un gigantesco escritorio de roble y hasta una mesa para reuniones de hasta doce personas.

El decorado era muy masculino, al igual que el de su propia oficina, pensó que sería buena idea colocar algunos detalles, al menos en su oficina, para hacerla más femenina y agradable. Decidió cerrar la puerta tal como estaba, notó que por ese lado la puerta no tenía cerradura para la llave pero sí tenía un cerrojo de manera que desde su oficina ella no podría entrar si el cerrojo estaba cerrado.

Se sentó en su escritorio y cerca de la portátil estaba un pequeño papel de notas que tenía un nombre de usuario y una contraseña, y al final del papel decía: “Memorizar y luego borrar” sonrió, no tendría problemas con eso, tenía una memoria privilegiada. Ingresó las credenciales después de prender el equipo y entró sin dificultades.

Estaba en eso cuando escuchó un leve toque a la puerta de entrada.

—Adelante —dijo con un poco de resquemor porque nunca había estado en una posición de poder, y además, aunque no lo pareciera, con los extraños era sumamente tímida.

Una mujer menuda y de aspecto nervioso entró en su oficina.

—Buenos días señorita Anderson, soy Ada, su secretaria personal. —dijo ésto mientras la miraba especulativamente, esperando a ver como era ella.

—Buenos días, Alba. Pasa adelante, no sabía que tenía una secretaria, aún me falta aprender muchísimas cosas aquí. —le dijo sin poder evitar sonrojarse.

—Está bien, señorita. Y sí, yo soy su secretaria personal, aunque las cinco secretarias que trabajamos aquí estamos a su disposición puesto que no hay nadie en Vicepresidencia.

—Hmmm, eso tampoco lo sabía. Al menos me alegro de tener a alguien que me oriente en las cosas básicas de aquí.

—Para eso estoy, señorita Anderson, pregunte lo que quiera y yo le responderé.

—Gracias, Ada. Pero acércate y siéntate, no tienes que estar allí parada.

La mujer, que debería tener unos treinta y tantos años, se acercó con cierto “temor” aunque tenía  una sonrisa en su cara. Cuando la mujer se hubo sentado Rachel notó que estaba tensa, se había sentado en la punta de la silla sin mostrar señales de relajarse. Eso le inquietó y le preocupó un poco. ¿Qué tipo de jefes habían tenido estas mujeres? Si las demás se comportaban igual habría que indagar las razones. ¿La asistente, o el asistente anterior había sido una especie de dictador? Decidió averiguar lo más que pudiera.

—Puedo preguntarte algo, Ada? —le dijo mirándola a los ojos.

—Por supuesto que sí, señorita —le dijo abriendo mucho los ojos como si le sorprendiera que ella preguntara eso.

—Te veo un poco rígida, disculpa que lo diga, pero no me parece normal. ¿El asistente anterior era tan mala persona como para que le tuvieras algo de temor?

La chica se movió un poco en la silla denotando su incomodidad, Rachel pensó, acertadamente, que ella no le tenía mucha confianza como para que hablara abiertamente de alguien de la oficina.

—P - pues no sé qué decirle, señorita —su temor era notorio.

—Ada, primero quiero que te tranquilices, soy una persona normal como tú y de hecho muy tímida, me gradué hace no mucho tiempo y este es mi segundo empleo, no me gusta maltratar a las personas y me gusta tener relaciones cordiales. No tengas miedo de decirme lo que te pregunto, no lo usaré en tu contra porque eso sería violar la confianza y eso es algo que yo respeto mucho, lo aprendí de mi abuelo quien fue el que me crió.

Dijo todo eso de un solo tirón para que ella pudiera comprenderla, además quería ganarse su confianza. La mujer se le quedó mirando como si no pudiera creer lo que le decía.

—Pero, eso no es lo común aquí, señorita —le contestó aún con cierta aprensión mientras se estrujaba un poco las manos.

—Imagino que el señor Hamilton no es alguien muy amable, sino todo lo contrario —la chica puso los ojos como  platos al escucharla decir eso, como si hubiera roto algún tabú— Y no te preocupes en decirlo, ya me advirtieron sobre él, en especial el señor Roberts.

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