Una noche de borrachera hizo que terminara en el departamento de un completo desconocido. Me marché dejándole una nota con un pequeño insulto, después de todo, encontrarme a mí misma sola después de amanecer allí, me resultó de lo más ofensivo. Lástima que al cerrar la puerta, me diera cuenta de que se trataba de mi nuevo vecino... Así fue cómo nos "conocimos", y algunos días más tarde, descubriría que no era más que un excéntrico multimillonario que pasaba sus días obsesionado con su pasado. Info de la autora: La historia de "Mi ex, el millonario" está publicada en su totalidad y por lo tanto se encuentra finalizada (Marzo 2021 - Diciembre 2021). Si te gusta, por favor, házmelo saber con un comentario. Eso es como una cosquilla al alma, que me entusiasma al momento de compartirles alguna de mis historias. Nos leemos :')
Leer másEstaba volviendo a su casa, con sus propios pies llevándola casi por inercia pura. Se sentían pesados y prácticamente los llevaba a un paso que se asemejaba más al hecho de arrastrarlos.
No levantó ni por un instante la vista. Por lo que al ver al ascensor con una tirita impidiéndole su paso ni se inmutó y siguió su camino avanzando hacia la escalera.
Estando en un quinto piso no se sintió mal de tener que subir las escaleras, pensó que con un poco de ejercicio podría dejar la tristeza que llevaba consigo en cada uno de los peldaños que dejaba detrás de sí.
Pero nunca estuvo tan equivocada.
Al llegar al pasillo del quinto piso, se encontró con otra estúpida cinta que evitaba el acceso a su propio departamento. Un ridículo cartel decía que estaba prohibido su acceso por cuestiones de seguridad.
De pronto, el conserje apareció nervioso frente a ella diciéndole que no podía pasar hasta pasadas unas horas.
Estaban arreglando unos desperfectos del departamento que estaba frente al suyo por lo que no podía acceder, a pesar de estar a unos escasos metros no podría ingresar al menos no hasta bien entrada la noche.
— Perfecto. Sólo esto me faltaba. — masculló molesta luego de tener que retirarse de su propio edificio, al cual prácticamente la habían sacado a patadas.
Ya lo estaba pasando demasiado mal como para encima no tener su propia casa para ir a desahogarse.
De pronto, una llamada telefónica.
Su celular sonaba en una marcha electrónica que le recordaba la boda de su mejor amiga. No había pasado mucho tiempo de aquella vez, adoraba ese recuerdo y lo conmemoró atesorándolo a través de su tono musical asignado para cada llamada telefónica que tuviera con ella. Era una de esas cosas que hacía para sí misma, para sentirse más cómoda al hacer cosas cotidianas como recibir una llamada. Cosas que por alguna razón, muy en el fondo, sabía que la estresaban aunque simplemente no lo entendía del todo. ¿Quizás era ansiedad social? Perdida en ese pensamiento repentino, arrastró su dedo por la pantalla del portátil y atendió la llamada entrante.
— ¡Zahra! ¿Cómo te fue?
— ¿Eva?
— Zari…
— Evaaa — lloriqueó en el teléfono. Hacerse la fuerte siempre le había servido para afrontar las malas situaciones por las que tenía que atravesar. Pero esta vez las emociones se apelmazaron de golpe en su pecho y oprimieron su garganta sin dejarle pasar una mísera gota de aire que le permitiera ahogar su pena y así disimularla enteramente.
— ¡Ay Zahraa! ¿Dónde estás, amiga? — exigió saber su interlocutora, mientras al otro lado de la línea tomaba su chaqueta y con un movimiento de mano le avisaba a su esposo que partiría a ver a su amiga.
— En el centro, un lunático cerró todo el piso de mi edificio y no me dejaron pasar a mi casa. — con todas las fuerzas que pudo reunir intentó recuperar la compostura para hablar, pero su rostro estaba empapado y al final de la oración no pudo evitar sorberse la nariz.
— Espérame en “Hot Line” — dijo guiñándole un ojo a su esposo y ambos intercambiaron una sonrisa picarona llena de complicidad que les sirvió a modo de despedida. Cerró la puerta con una risa compartida por su eterno amante y partió de su hogar con su celular aún pegado al oído para seguir instruyendo a su amiga para ir directo a su encuentro—. Nos encontramos allí en 10 minutos. ¿Entendido?
— No lo sé Eva…
— ¡Vamos! Tienes que animarte y sé que te hará bien. Ambas lo necesitamos y lo sabes.
— Eva…— lloriqueó nuevamente y colgó luego de decirle que la vería allí, estaba a muy pocas cuadras del lugar.
El viejo y confiable “Hot Line” era el bar donde ambas solían pasar noches completas bailando y tomando hasta alcanzar niveles alcohólicos que no sólo lograban el efecto de que “borraran cassette” sino que también era el sitio donde generaron en más de una ocasión una resaca digna de admiración.
Pero cuando Eva se casó, esos tiempos quedaron en el olvido. Habían pasado por lo menos tres años de la última vez que habían salido a una buena parranda.
De hecho, la última fiesta buena que habían tenido juntas fue la despedida de soltera de Eva, había sido un descontrol sin reparos. Pero ambas habían jurado silencio absoluto. Nadie nunca jamás sabría las cosas que allí sucedieron, y eso porque justamente el modo “Borro Cassette” fue activado por la presencia ininterrumpida de alcohol. Un trago tras otro hizo que el desastre que se desató en esa fiesta sólo se perdiera en recuerdos que nunca jamás volverían a sus memorias. Un pacto de silencio y tan fiel que ni siquiera tuvo que ser expresado en palabras. Jamás admitirían eso frente a nadie, y para lo que respecta al resto del mundo, la última fiesta maravillosa que tuvieron había sido la boda de su mejor amiga.
*Breve nota de la autora: Beber alcohol es malo, perjudica tus neuronas e inhibe tus sentidos. Pero por sobre todo recuerda esto: con cada gota que bebas, una neurona tuya muere y jamás vuelve; y en consecuencia te vuelves un poco más y más estúpido. Beber es malo. ~ Fin del comunicado*
No hizo más que mirar la puerta de vidrio que tenía frente a ella para descubrir su propio reflejo en él. Unas horribles ojeras adornaban su cansado rostro. No tenía puestos sus lentes, por lo que no pudo ver sus ojos enrojecidos por las lágrimas que estaban terminando de secarse en su cara. Su tapado largo color piel y su bufanda color blanco hueso la abrigaban del frío.
No pasaron más que dos minutos allí para que escuchara cómo la llamaban a los gritos desde la esquina. Eva llegó hasta ella corriendo, su estilo tan único para vestirse siempre hacía que luciera espectacular. Botas largas hasta las rodillas, una calza negra la protegía del frío, y un tapado hermosísimo blanco con detalles en la gorra de color grisáceo. Una gorra de lana blanca tan delicada que el pompón que pendía hacía lucir con clase sus cabellos sueltos y perfectamente alisados. Su piel tan pálida hacía que sus ojos de un color verde tan profundo no hicieran más que resaltar, aunque el toque perfecto de su maquillaje también hacía acto favorable a su innata belleza.
Al ver a su amiga y comprender su estado patético de ansiedad, supo que todo estaba mal.
Zahra tan pronto como vio a Eva volvió a sentirse la persona más minúscula del mundo y rompió a llorar como lo haría una pequeña de 3 años que por el cansancio lucha contra el sueño para no irse todavía a dormir.
Eva miró a su amiga, no era la mujer de 25 años que físicamente era. Ahora, justo en ese preciso momento, creyó ver a aquella niña del jardín que conoció en las mismas circunstancias. Conmovida por ese reencuentro casi místico rodeó a su amiga en un reparador abrazo. Sabía que Zahra estaba en su límite. Nunca mostraba sus sentimientos negativos frente a nadie, pero hoy solo podía llorar casi sin consuelo sin que pudiera armar una palabra que resultara coherente.
— Ya, ya. Vamos a tomar algo para que se te afloje la lengua. — dijo divertida mientras la llevaba de un brazo y con la mano libre abría de par en par la puerta del bar.
El inicio de una linda amistadLa Zahra adolescente caminó con su glorioso postre hacia un lugar tranquilo y alejado.Cerca de un árbol donde podía estar serena y sin fisgones merodeando.Llegó a su lugar secreto y suspiró aliviada de ya estar al resguardo del ruido de la gente y de las preocupaciones ajenas.Sin embargo, al sentarse, se percató de que en realidad no estaba sola.No hizo más que levantar la vista para ver que entre los arbustos frente a ella había alguien sentado, abrazando sus piernas como si su vida colapsara por completo con tan solo no hacerlo.Se contemplaron la una a la otra por varios segundos sin decirse absolutamente nada.Las dos estaban muy impactadas al descubrirse una frente a la otra.Zahra nunca había visto a nadie en aquella zona del campus y era evidente que la otra muchacha er
Zahra comenzó el año escolar sola, era nueva en la ciudad y no conocía a nadie. A diferencia de sus compañeros de clase que al parecer se conocían desde hacía años, incluso algunos desde el preescolar. Cuando llegó sólo quedaban dos pupitres vacíos al final del salón. Eligió el que estaba al lado de la ventana. El pensamiento recurrente de tener un asiento vacío a su lado volvió a instalarse entre sus tendencias mentales mientras le dedicaba una mirada profunda y pensativa a aquel pupitre. Arrancaba una nueva etapa, y como todos al nacer (o al menos en la mayoría de los casos) lo hacía sola, sin un alma amiga con la que ser cómplice durante las extensas horas escolares. Para ella, la escuela no representaba ninguna dificultad; pero la vida social era otro cantar. Zahra no solía comprender muy bien las relaciones entre las personas. A veces podía oír a dos
~Fin~—Miren a quiénes tenemos por aquí— anunció a viva voz tan pronto los vio llegar al evento—. ¡A la feliz pareja! — celebró con una sonrisa de oreja a oreja.—Hola Jona, qué gusto verte. — saludó Zarha risueña por la dicha que le provocó aquella bienvenida.—Te agradezco que vinieras a este evento. Es muy amable de tu parte. — agradeció con cortesía Ben.—No me lo perdería por nada. Sabes que aprecio esta clase de invitaciones. Me permiten darme a conocer con gente de la gran sociedad y obtener más oportunidades. Además de que puedo ver a tú increíble y maravillosa novia. — dijo sonriente mientras le tomaba el pelo con una verdad que ambos sabían que era cierta.—Iré a buscar unos tragos para los tres — contestó Ben con su tan característica seriedad—. Ah, y una advertencia, Jonathan— le plantó cara a su contrincante en el amor
—¿Y todavía crees que somos novios? — exigió saber una Zahra embrollada.—Si. — contestó con una simpleza galopante.—¿Por qué? — inquirió Zahra, precisaba detalles.—Nunca cortamos. — dijo a la vez que dejaba en el aire la sensación de que estaba confirmando una obviedad bastante clara.—No hacía falta, el tiempo y la distancia lo hicieron por nosotros, ¿no te parece?—No. — negó rotundamente mientras perdía sus ojos en los labios de Zahra.—Entonces, cortemos. — sentenció nerviosa al notar su proximidad.—… — Benjamín permaneció inmóvil mientras volvía sus ojos bien abiertos hacia los de Zahra. Sus palabras lo atravesaron como una d
—¡Basta — le exigió él que se detuviera, tomándola desprevenida —! ¡Por favor! ¡Ya deja de evitarme! — exasperado por las circunstancias no midió en lo absoluto el tono de su voz y dejó al descubierto su propia desesperación en la solicitud realizada.Zahra contempló a su vecino, quien la retenía de la muñeca sin ánimos de querer soltarla. Aquel contacto cálido y delicado se contradecía con la aclamación exigida por parte de aquel hombre.No era ningún secreto de que Zahra había tomado todos y cada uno de los recaudos habidos y por haber, así como un sinfín de estrategias y jugarretas, con tal de evitar toparse con su vecino a toda costa.Había llegado incluso al punto en que se convirtió en una especie de rutina, y aunque resultara muy a su p
Nuevamente se rotaron los clientes que estaban en la mesa lindera a la suya, una pareja que celebraba el ascenso de uno de ellos ahora partían con la misma sonrisa con la que llegaron, aunque Zahra afirmaba que incluso se iban con una sonrisa más amplia. Porque “panza llena, corazón contento”...Mientras tanto, Zahra se detuvo a ver a las gemelas que llegaban a la mesa del otro lado, con un rejunte de apuntes y la mirada perdida en las notas que deberían memorizar prontamente.Posó la mirada sobre Euge y entonces una serie de imágenes fueron proyectándose en su cabeza.Estaba rememorando el momento exacto en que su compañero de trabajo una vez le dijo: “Se tomó las vacaciones en serio.”, y no saben cómo, esas simples palabras, le sirvieron de mucho. Era al día de hoy, que Zahra podía afirmarlo abiertamente. Fueron
Último capítulo