Capítulo32
Mariana arqueó una ceja sin voltear la cabeza. Luego, abrió la puerta de manera decidida y se marchó.

Mateo, con su figura alta y erguida, permanecía inmóvil en el centro de la habitación, como un demonio surgido del infierno. En su mente, las palabras de ella resonaban una y otra vez: que tendría hombres, que tendría hijos, pero que el padre de esos hijos definitivamente nunca sería él.

Frunció el ceño con dolor, y de repente dejó escapar una carcajada. Con el rostro sombrío, conteniendo la furia que le hervía en las venas, se dirigió al baño. De paso, llamó a su asistente, Juan.

—Cierra la puerta principal. No dejes que Viviana suba.

No se había equivocado; desde el momento en que Viviana recibió el mensaje de Mariana, había perdido por completo la calma. Se apresuró hacia el edificio del Grupo Solaris, pero fue detenida por los guardaespaldas. Intentó llamar de manera infructuosa a Mateo, pero su llamada no fue contestada. Al intentar llamar a Mariana, descubrió que había sido
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