Hasta que terminó la fiesta, Estela seguía sin entender nada.
Tomó a Miranda del brazo y le preguntó sin rodeos:
—Oye, Miranda, ¿por qué Lino te trata con tanta coba? Según yo, la familia Rojas también es muy influyente, ¿no? No es para tanto, la verdad, qué oso.
—Su hermano mayor no necesita hacerlo, claro, pero él no es hijo de la señora Rojas —explicó Miranda restándole importancia.
—¿Qué? ¿No es hijo de la señora Rojas? Pero... ¿no dicen que es el consentido de la familia Rojas? —Estela se quedó boquiabierta.
—Que sea el consentido no quita que sea hijo fuera del matrimonio. ¿Pues qué, nunca llevaste lógica o qué?
—No —respondió Estela con toda seriedad.
Miranda se quedó sin palabras un momento y luego preguntó:
—¿Cuántos años llevas en la capital y sigues sin enterarte de nada? —De verdad que la ingenuidad de esta chica la sorprendía.
—Es que antes nadie me contaba estas cosas. Como tú lo sabes todo, pues enséñame —dijo Estela, tomándola del brazo, con una actitud de “soy ingenua