En el pub, la música seguía vibrante y llena de energía, y las luces multicolores seguían cruzándose en el aire. Pero esa cachetada fue como si un reflector se hubiera encendido sobre Miranda, atrayendo todas las miradas a su alrededor.

“Claro que suena, y bien fuerte.”

Se respondían mentalmente los curiosos.

Clara Montes había participado hacía poco en una serie web. La serie, de estilo ligero y sin muchas pretensiones, aunque carecía de lógica, generó mucha conversación y fue un éxito moderado. Su papel de actriz de reparto la hizo reconocible.

Al voltear por el ruido, muchos la reconocieron, y los flashes de los celulares, junto con los murmullos, no se hicieron esperar.

En realidad, a la gente no le importaba mucho el motivo de la agresión. Estaban más sorprendidos de que alguien se atreviera a armar un escándalo en la fiesta de cumpleaños del joven Rojas. “¿Esa chica quiere avergonzar a Lino o de plano vino a buscar pleito?”, pensaban.

Brenda, sentada no muy lejos, también estaba