Tres días después, para la segunda grabación, Miranda sopesó sus opciones y decidió ponerse el vestido camisero que a Guillermo le había parecido demasiado ajustado.
Sentía que ese vestido enmarcaba a la perfección sus curvas, creando una silueta exquisita y seductora que opacaría por completo a la odiosita esa del grupo. Al mismo tiempo, proyectaba la imagen de una diseñadora de interiores profesional, elegante y de élite.
Como Guillermo había dicho que le quedaba un poco justo, supuso que se debía a que se había descuidado un poco con la comida últimamente, así que se impuso un menú más ligero e incluso hizo un ayuno intermitente el día anterior.
El día de la grabación, se puso el vestido en el hotel. Dio una vuelta frente al espejo y concluyó que solo una palabra podía describirla: perfecta.
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