Esa repentina muestra de vulnerabilidad la sacó de golpe de sus recuerdos y la dejó helada.
Eso no encajaba para nada con Guillermo. Incluso borracho, lo que uno esperaría que murmurara serían cosas como “mañana es muy probable que las acciones suban” o “el proyecto X tiene falta de fondos, que el responsable se las arregle”, frases típicas de un dictador capitalista.
Se le puso la piel de gallina. Pero luego pensó que tal vez él solo era una roca insensible con ella, y que con otras mujeres era un hombre de mundo, romántico y atento. Quizás, en su estado de semiebriedad, la había confundido con otra y por eso se había puesto en ese plan de galán de telenovela.
Se sintió molesta, pero para evitar escuchar más cursilerías que la hicieran querer descuartizarlo mientras dormía, decidió aclarar las cosas.
—¿Me lo preguntas a mí? ¡Soy Miranda!
—Sí, Miranda. Te lo pregunto a ti.
Así que se lo preguntaba a ella.
A Miranda, muy a su pesar, se le detuvo el corazón por un instante. Se sintió co