Lina retrocedió un paso y bajó la cabeza, intentando esquivar mi mirada.
Tomó el papel entre sus dedos. Sus ojos se clavaron en una de las líneas, frunció el ceño, sus labios se abrieron apenas.
—Espera... —murmuró—. Este nombre... Este era mi móvil viejo. Lo perdí hace tiempo.
Alzó la mirada.
—Fue a finales del año pasado. Salía tarde de un turno. Me dormí en el bus. Cuando llegué a casa, ya no lo tenía. Pensé que lo había botado, no quise darle importancia. Compré otro, el que tengo ahora. Puedo mostrarte la factura. Vera lo sabe. Hubo una época en que estuve sin teléfono, ella te lo puede confirmar. De pronto Ingrid estuvo detrás de ello... Quizá ella lo tomó.
Respiraba de forma irregular, apretó los puños a los lados.
—Revísalo si quieres. Hazlo. Pero yo no fui, Leo. Nunca traicionaría a Vera.
Había demasiadas piezas que no encajaban. Demasiada casualidad.
—La excusa que me estás dando suena rebuscada —espeté, entre dientes, sintiendo cómo la furia me hervía bajo la piel—. Evident