—La verdad… estuve reponiendo mercancía en el depósito. No sabría decirle si pasó alguien por aquí —informó el chico, rascándose la nuca, algo incómodo—. Si la veo, ¿quiere que avise a la poli o algo?
—Sí, por favor. —La voz de Adrik seguía envuelta en esa falsa calma—. Sería de gran ayuda.
Los pasos se alejaron. Escuché la puerta abrirse y a la campanilla tintinear.
—Ya se fue —murmuró al agacharse, asomando la cabeza detrás de las cajas.
—Gracias... por no delatarme.
—No sabía qué hacer. Pero… se notaba que necesitabas ayuda.
Su rostro no mostraba ni miedo ni lástima. Solo un tipo normal que había hecho lo correcto sin pensarlo demasiado. Eso bastó.
Bajé la mirada al celular que aún tenía en la mano. Era del joven. Lo observé un segundo, con la mente en blanco, hasta que recordé por qué lo tenía. Abrí el teclado del celular. Dudé.
No era capaz de recabar en mi memoria el número de Lina. No podía asociar nada a una secuencia de dígitos. Mi mente seguía nublada.
Menos uno.
L