Capítulo 32

Me zafé de su agarre con un manotazo.

—Estás enfermo —espeté, la voz envenenada por algo peor que la rabia: un temblor visceral, nacido del miedo.

Miedo porque esa expresión suya... esa expresión que conocía demasiado bien, había vuelto. La misma mirada implacable, posesiva y controladora que solía tener cuando me dominaba, cuando me follaba hasta quebrarme. Y verla otra vez... desestabilizó mis nervios.

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