Oficialmente, lo había logrado. Después de tantos meses de trabajo constante, desvelos y una montaña rusa emocional que por poco me arrastra en más de una ocasión, entregué mi última presentación. El cierre de mi preparación en arte visual y restauración fue tan impecable como esperaban todos los que conocían mi talento. La profesora encargada del módulo final incluso me felicitó personalmente, dejando claro que no había visto una ejecución tan precisa y emocionalmente potente en años. Asentí sonriéndo tímida y totalmente agradecida.
Esa misma noche, la mansión celebraba mi éxito. Marta había preparado una cena deliciosa: crema de espárragos, pasta fresca con salsa de setas y vino sin alcohol para brindar por el logro. Annette había llegado temprano esa tarde, y Lina también se unió a la celebración. Ambas estaban emocionadas no solo por el fin de mi preparación académica, sino porque ahora tenía un nuevo motivo para sonreír: nuestro bebé.
Cinco meses habían pasado desde la noticia. A