Llegamos a casa de Rubí sobre las siete de la noche. Llevé una botella de vino y pan baguette, y Verónica insistió en que también lleváramos una bolsa de caramelos, según ella, para el postre.
—Se ven deliciosos —dijo Rubí cuando los recibió—. Y por supuesto que serán nuestro postre, pero solo se servirá a quienes se coman toda la cena.
—Si mi tía va a cocinar, no hay problema —dijo Verónica—, porque sé que me va a encantar todo.
—Ay, pero esta noche tu tía es la invitada, lo mismo que tú, así que no va a cocin…—Le hice una seña a Rubí, para que cambiara su respuesta—. Pero bueno, siendo la mejor chef que conozco,