El silencio que siguió a la última pregunta de Helena no fue un silencio normal. Fue un silencio que cortaba. Que pesaba. Que dolía.
Valeria bajó la mirada hacia el móvil, hacia esas tres fotos que aún tenía abiertas, como si la pantalla estuviera hecha de cuchillas. Sus labios temblaban, pero no lloraba. Todavía no. Era ese tipo de shock en el que el cuerpo simplemente se queda suspendido entre el colapso y la negación.
Helena no apartó la vista de ella.
—Valeria —repitió con calma peligrosa—… ¿de quién crees que vienen esas fotos?
Valeria apretó los dedos alrededor del móvil. Tardó. Mucho. Como si decirlo en voz alta fuera una derrota en sí misma.
—Catalina —susurró por fin, con la voz quebrada—. Catalina pudo haberlas tomado. Ya lo hizo antes. Ya me intentó… —la frase se rompió— ya me intentó destruir en Serand.
Leonard cerró los ojos un instante, dolido, pero Helena dio un paso más.
—Exacto —murmuró—. Sabes de lo que es capaz. Sabes que manipula. Sabes que actúa con precisi