El día martes despertó más temprano de lo habitual.
El día esperado había llegado, finalmente. Sería su primer día como cantante callejera, o “artista itinerante”, como le dijo Dereck.
Los nervios y la emoción la carcomían porque larga le pareció la espera. ¡Por fin iba a poder ganar unos dólares! No podía esperar a que llegara a hora para estar allí.
Con renovados ánimos, preparó el desayuno y despertó a su hermano para que se alistara para el colegio. El niño no estaba de buen humor.
Como era costumbre escucharlo quejarse por cada paso que daba, pero esa vez Kelly no se inmutó ante las palabras secas que eran su habitual forma de dedicar los “buenos días”. Ese día tenía el corazón latiendo a mil por hora y nada podría hacerla decaer.
—Son las siete de la mañana. ¿Quién está feliz a las siete de la mañana? —se quejó el niño con un gran bostezo.
—Desayuna y deja de quejarte, cariño. Hoy va a ser un día fabuloso —dijo Kelly con una gran sonrisa—.
—¿Por qué?
—Porque hoy voy a emprender