Jeremías se acercó a Macarena, se colocó a su lado y se inclinó apenas para susurrarle al oído:
—Hola, Macarena.
Ella sintió que la piel se le erizaba. Aun así, respiró hondo y se obligó a parecer tranquila.
—¿Qué haces aquí? —preguntó visiblemente aturdida— ¿A qué has venido a seguir burlándote de mí?
—Vine por ti —respondió Jeremías, sin apartar los ojos de ella—. Tenemos una conversación pendiente.
—No pienso ir a ningún lugar contigo, Jeremías —contestó Macarena.
La voz del moderador anunciando la presentación de la portada, interrumpió la conversación.
—Acompáñeme señorita Hernández —dijo el presidente y subió con ella hasta la tarima.
Las luces se encendieron de golpe. Los reflectores apuntaron a la pantalla gigante, que se iluminó ante todos.
El rostro de Macarena ocupaba toda la pantalla, acompañado de un título que le cortó la respiración “El rostro hermoso de una mujer perversa”.
Sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. Los murmullos crecieron, las miradas se clav