Estuvieron así, abrazados por unos segundos hasta el momento en que el hombre inconsciente, tirado en el piso, comenzó a levantarse. Aunque Jeremías estaba dispuesto a enfrentarlo, Macarena le pidió que se fueran. Sabía que no estaba solo y que pronto los otros dos chicos vendrían a su rescate.
—Vamos, por favor, vamos —suplicó ella.
Jeremías le tomó de la mano y con paso apresurado caminaron hacia la calle. En ese momento, vieron una patrulla policial acercándose al lugar, seguramente alguien había presenciado la situación entre aquel degenerado y Macarena, pero él no permitiría que ella pasara un mal rato en la comandancia.
—Abrázame —murmuró él.
—¿Qué? —preguntó, confundida.
—Deben creer que somos pareja. —dijo deteniéndose en plena acera.
Ella obedeció, rodeó nuevamente su cuello. Jeremías se inclinó ligeramente hacia ella y pegó su frente a la suya.
—Finge que estamos sonriendo —masculló entre dientes.
Sin embargo, la cercanía de sus rostros, sus labios carnosos y su mirada t