– Charles Schmidt
Voy conduciendo sin rumbo fijo, aunque en realidad sé muy bien a dónde quiero ir. Necesito hablar con Rebeca. Pedirle, suplicarle si es necesario, que me deje ver a mis hijos. O mejor aún… que me permita pasar un fin de semana con ellos. Solo uno.
No creo que me diga que no. Soy su padre.
El volante cruje bajo mis manos. Aprieto los dedos con fuerza, intentando calmar la ansiedad que me hierve en el pecho. Sé que no he sido el mejor hombre, ni el mejor padre… pero no quiero perderlos.
Tengo que ganarme el cariño de Aiden.
Él es... él es mi espejo. La misma mirada azul. La misma expresión terca cuando algo no le gusta. Hasta la forma en que frunce el ceño cuando piensa… es como mirarme a mí mismo, de niño.
Damián… él tiene algo de mí también, pero también se parece a Rebeca. En su dulzura, en esa manera de observar todo en silencio, como si entendiera más de lo que dice.
Y Eva… Eva es Rebeca en miniatura. Su cabello color miel, sus rizos, esos ojos grandes que todo lo