Rebeca Miller
Estaba en mi oficina, rodeada de papeles, contratos y números que aún me resultaban ajenos. No sabía mucho sobre finanzas ni estrategias empresariales, pero tenía una joven amable que me estaba enseñando con paciencia. Escuchaba con atención, anotando cada término que me parecía extraño, cada explicación que podía ser útil más adelante. Me esforzaba. Tenía que hacerlo. Esta empresa era mi futuro.
De pronto, mi teléfono vibró sobre el escritorio. Lo miré.
"Damián" .
El corazón me dio un leve vuelo. No lo pensé dos veces. Había guardado su número desde la primera vez que hablamos, aunque no entendía muy bien por qué. Tal vez porque en medio del caos, su voz me había dado cierta tranquilidad. Le hice una seña a la chica para que me dejara sola.
— ¿Pasa algo, señora Miller? —preguntó con dulzura.
—No, tranquila. Solo una llamada. Gracias —le respondí.
Esperé a que la puerta se cerrara del todo. Tomé el teléfono y contesté.
—¿Aló? Buenos días —dije con una sonrisa involuntari