Charles Schmidt
Llegué a mi oficina y me senté en mi silla de cuero negro. El sol de la mañana se colaba entre las persianas, iluminando apenas el escritorio frente a mí. Crucé los dedos sobre el pecho y me quedé allí, esperando la llamada del señor Gómez. Me imaginaba la expresión de Rebeca al enterarse de que todas sus deudas habían sido canceladas. Sonreí. Parte de mí deseaba estar presente, ver esa mezcla de sorpresa e incredulidad en su rostro.
Pero también sabía que probablemente me odiaría aún más si descubriera que yo había estado detrás de todo. Tenía miedo. Miedo a que me rechazara otra vez. Miedo a que se negara a trabajar conmigo. Aunque, en realidad, esa empresa... ya era de ella. Solo que aún no lo sabía.
Me encargué personalmente de que su padre, antes de morir, hiciera un testamento dejándole todo a su hija. Su sueño era que Rebeca tomara las riendas del legado Miller. Y aunque Rebeca era hija única oficialmente, lo que nadie sabía era que su padre había tenido una hij