- Rebeca Miller
Estoy en el cuarto de mis hijos. Los tres ya están dormidos, respirando con la paz que solo tienen los niños. Me acerqué despacio a la cama de Aiden y lo observé en silencio. Me dolió tanto haberle contado todo… tan pequeño, tan inocente, y sin embargo, tan fuerte. Su mirada cuando le hablo de su padre me sigue persiguiendo.
Suspiré y salí de la habitación con pasos suaves. Ya en mi cuarto, me dejé caer sobre la cama y tomé el celular. Cometí el error de abrir las redes sociales. Allí estaba Charles. En una ceremonia de donación. Flashes, trajes, sonrisas. “Charles Schmidt dona millones para nueva unidad pediátrica” , decía el titular. Cerré el teléfono. Todavía duelo. No solo por lo que fue, sino por lo que nunca llegó a ser. Yo solo quería que me amara… y fue inútil.
Me levanté de la cama, decidida. Esta noche sería mía. Quiero despejar mi mente, sentirme bien conmigo misma. Caminé hacia el armario y comencé a buscar algo. Algo sencillo, pero que me hiciera sentir li