— ¿Vas a comer algo más, hijo?
La voz de mi padre me sacó de mis pensamientos. Frente a mí, el desayuno estaba servido: huevos revueltos, pan tostado, frutas y una taza de café que aún sostenía entre las manos.
Negué con la cabeza, distraído.
—No, papá. Esto está bien —murmuré, llevándome la taza a los labios.
El silencio se alargó unos segundos. Solo se oía el leve sonido del reloj de pared marcando los minutos y el suave crujir del periódico que mi padre hojeaba, aunque sé que no leía realmente.
Me miró por encima de las lentes.
—Sé que hay algo que te molesta. ¿Qué sucede?
Solté un leve suspiro, intentando no parecer tenso. Aprete con fuerza la taza entre los dedos.
— ¿Ya está todo listo para el cumpleaños de mi hijo? —pregunté, desviando el tema.
Mi padre asiste.
-Si. Pero no te preocupes, no habrá prensa ni fotógrafos. Cumpliré tu pedido, Charles.
Asenti, agradecido. Iba a llevarme la taza a los labios otra vez cuando su voz volvió a interrumpirme, esta vez con algo que me heló l