– Rebeca Miller
El silencio de la habitación era tan profundo que podía escuchar la respiración pausada de mi hija. Eva, por fin, había caído rendida en los brazos del sueño. Sus mejillas aún conservaban un leve rubor, y en sus labios se dibujaba una sonrisa tranquila, como si en sus sueños todavía estuviera con nosotros, riendo y creyendo que algún día seríamos una familia unida.
Me quedé un largo momento observándola. Cada vez que la miro dormida, siento que el mundo se detiene, pero al mismo tiempo, una punzada de dolor me atraviesa el pecho. ¿Cómo protegerla de todo esto? ¿Cómo impedir que su corazón inocente se rompa cuando descubra la verdad?
Desvié mi mirada hacia el rincón de la habitación. Allí estaba Charles, sentado en un sillón de piel, con la cabeza levemente inclinada sobre la luz fría del teléfono. Sus dedos se movían con rapidez sobre la pantalla, y cada tanto fruncía el ceño como si lo que leyera lo molestara o lo preocupara demasiado.
Suspiré en silencio. No quería d