— Rebeca Miller
Estoy terminando de organizar unos documentos. Aún soy un poco torpe, porque en realidad todavía me cuesta entender algunas cosas, pero con este proyecto que acabamos de concretar y el nuevo pago que entró en la empresa, podré cubrir los sueldos de los trabajadores. Y con el mío, al fin, podré pagar mis estudios.
Tomo mi teléfono y miro la hora. Es la una y media.
—Dios… —Susurro—. ¡Cómo se me ha hecho tarde! Le prometí a mamá que solo trabajaría hasta el mediodía.
Busco el número de Julián, pero justo en ese momento entra una llamada. Es Viktor, mi exjefe. Sonrío y concurso:
—¿Ahí?
—Hola, Rebeca. ¿Cómo estás?
—Hola, Víktor. Estoy bien. ¿Y tú?
—Estoy bien, Rebeca.
—¿Cuándo llegaste?
—Ayer en la noche. Quise llamarte, pero ya era tarde, así que preferí hacerlo hoy.
—¿Estás muy ocupado? ¿Podemos vernos?
Sonreí al escucharlo.
—Está bien. ¿Puedes venir por mí? Es que no tengo auto. Se me dio el auto de mamá.
—No te preocupes. Envíame la dirección por mensaje y estará allí.