Volví a Barcelona con el corazón en millones de pedazos diminutos imposibles de componer. Me sentía devastado, la peor basura del planeta tierra. Había dejado sola a Amanda, había sido un cobarde. Llegué a mi apartamento y mi colección de botellas pagó las consecuencias de mi rabia y frustración. Golpeé todo lo que tenía frente a mí, estaba fuera de mis casillas.
Intenté calmarme y pensar en una solución, pero la rabia que sentía por mí mismo y por ese hombre, no me dejaba pensar con claridad. Él se había salido con la suya… Me sentía encerrado… estaba sin salida. Sentía que iba a perder completamente la cordura en ese mismo instante.
Me senté en el sillón, cubrí mi rostro y lloré por ella, por tantos momentos, por su sonrisa, por su fragilidad, por su aroma, por su presencia. Le habí