Estar con Sergio en Nueva York se estaba convirtiendo en mi terrible realidad, sentir de nuevo sus manos sobre mi piel, sus labios, su respiración agitada de tanto placer era lo peor de este mundo, pero ya había pasado, solo debía aceptarlo como parte de un horrible recuerdo. Ya de esos tenía una gran colección.
Conocí a mi nuevo cliente y era muy agradable; solo quería salir de paseo, tener compañía. Pero ver a Fabián en el hotel lo cambió absolutamente todo. No puedo describir con palabras lo que sentí al verlo, pero solo sabía que no podía esperar para abrazarlo y sentirme protegida entre sus brazos.
Se acercó a mí rápidamente, me entregó una pequeña nota en un papel blanco y enseguida mi corazón lo reconoció. Entré al elevador con mi cliente, llegamos a la habitación y le hice creer que algo se había caído de mi bolso. Insistió en acompañarme a buscar, pero insistí aún más que no.
Leí la nota de Fabián y tenía el número de su habitación. Estaba a solo dos pisos de mí. Con mi coraz