Aunque por dentro estaba devastada por la actitud de Fabián, por sus últimas palabras y lo que me había hecho sentir, no quería derrumbarme. Intenté ser fuerte y seguir con mi vida, con mi sueño, pero el deseo de verlo y que todo fuera como antes no me dejaba en paz.
Varias veces veía mi móvil esperando su llamada, pero habían pasado varios días y eso no sucedía. No iba a suceder.
Junto a mi amiga Alison poco a poco avancé en los detalles de mi pastelería, cada vez me acercaba más al momento de ver mi sueño al fin una realidad. Desde el regreso de Nueva York, había atendido a tres clientes y tenía suficiente dinero para terminar con la pastelería, aunque mi dignidad, ya no existía.
Volví al Luxury como siempre y Sergio, con su mirada penetrante, me observó de arriba abajo. Llevaba puesto unos jeans sencillos, un poco sucios por el polvo de la pastelería, una camisa ancha y zapatos deportivos. Mi intención era entrar rápidamente al Luxury para cambiarme, pero se