「Samanta」
Matías me despertó con un beso en la frente y una taza de café recién hecho. Me sonrió de ese modo en que solía hacerlo cuando aún éramos solo nosotros dos, sin ruido, sin escándalos, sin heridas abiertas.
—Estabas hablando dormida —me dijo.
—¿Sí? ¿Y qué dije?
—No lo entendí. Pero sonreías.
Me reí bajito, tapándome con las sábanas.
—Entonces debió ser un buen sueño.
Él me miró como si yo fuera el único milagro que le quedaba en la vida. Y yo… de verdad quise creer que todo había vuelto a la normalidad.
No por necesidad.
Por amor.
Desayunamos juntos en la terraza. El cielo estaba nublado, pero no me importó.
Matías estaba distinto. Más tranquilo. Más presente.
No hablaba de trabajo. No hablaba de mi padre. No hablaba de Adrían, ni de lo ocurrido con las acciones de las empresas.
Solo hablaba de nosotros.
De empezar de nuevo.
De volver a encontrarnos en los detalles.
Me preguntó si quería que nos vieramos para almorzar y le dije que sí. Ese dia iría un rato a la empresa de mi