「Adrián」
Entré al salón Alfa minutos antes que los demás. Una sala ovalada, imponente. Paneles de madera caoba pulida. Sillones de cuero oscuro alineados con precisión. Pantallas digitales en cada extremo. Todo preparado para decisiones que movían cientos de millones de dólares.
Me senté en uno de los extremos de la mesa, con la espalda recta, el rostro sereno, y los ojos bien abiertos. Observando. Analizando. Controlando.
A mi derecha, un par de directivos murmuraban entre sí. A mi izquierda, el asiento aún vacío, reservado para el “CEO en funciones”, ese que no era ni legal ni legítimo. Aún.
Leopoldo llegó tarde.
Empujó la puerta con firmeza, haciendo más ruido del necesario. Una entrada dramática. Caminó por la sala con pasos desafiantes, directos, hasta sentarse justo en el otro extremo de la mesa. Como si estuviéramos en un tablero de ajedrez. Rey contra rey.
Matías lo siguió segundos después. Ceño fruncido, mandíbula tensa, ni un saludo. Cristian entró detrás, siempre el diplomá