Capítulo 32 Yo te enseñaré

Los largos dedos de Leonel se detuvieron de golpe. Alzó su mirada, y una chispa fugaz cruzó por su rostro apuesto y peligrosamente encantador.

Esta mujer... su osadía crecía día tras día. ¿Cómo se atrevía a entrar sin permiso y sentarse frente a él a cenar?

Silvina tomó un bocado, alzó la vista y se topó de lleno con los ojos de Leonel.

De inmediato, cambió de cubiertos con actitud complaciente y, con una cuchara limpia, le acercó un poco de sopa a la boca.

¿Ella... quería darle de comer?

Una chispa de diversión se encendió en los ojos de Leonel. Entonces, ¿por fin había cedido? ¿Iba a suplicarle que le enseñara italiano?

Silvina lo miró con ojos brillantes, expectante, con la cuchara firmemente detenida junto a sus labios.

Leonel parpadeó ligeramente, bajó la mirada... y se bebió la sopa de un solo trago.

Al verlo aceptar la sopa, Silvina se animó de inmediato. Le ofreció una cosa, luego otra, y continuó alimentándolo con entusiasmo.

Mientras lo hacía, calculaba cuándo podría volver
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