Capítulo 31 Aprendiendo italiano

La mansión de los Muñoz era, sin duda, majestuosa y lujosa al extremo.

Pero, al mismo tiempo, su tamaño descomunal le daba un aire algo vacío y frío.

Silvina no pudo evitar sorprenderse al ver lo larga que era la mesa del comedor.

¿Cómo se suponía que podían conversar si apenas alcanzaban a distinguirse los rasgos faciales desde tan lejos?

Por suerte, como solo eran tres personas para la comida, se sentaron cerca unos de otros.

Silvina comía torpemente, intentando aplicar las normas de etiqueta que había aprendido.

Doña Muñoz observó su esfuerzo, pero aún así no pudo evitar fruncir ligeramente el ceño.

—Silvina —dijo la anciana, dejando los cubiertos sobre el plato con elegancia.

Silvina se apresuró a imitarla y respondió respetuosamente:

—¿Sí, abuela? ¿Desea algo?

—Nos han confirmado que la delegación italiana vendrá este fin de semana. Así que no vayas al trabajo esta semana. Quédate en casa a descansar... y también para estudiar etiqueta —dijo con calma—. He pedido que un maestro d
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