Clarisa realmente había sido demasiado temeraria.
Había ido nada menos que a un pequeño hospital en un pueblo a más de cien kilómetros para practicarse un aborto.
Y ahora, había quedado gravemente dañada en su salud.
Apenas Silvina entró al edificio, un fuerte olor a desinfectante la golpeó de lleno.
No pudo evitar llevarse un pañuelo a la nariz para cubrirse.
El olor era tan penetrante que no alcanzaba a distinguir ningún otro aroma.
Al llegar al pasillo, vieron al Señor Martínez conversando con una pareja desconocida. Parecían estar discutiendo con gesto sombrío.
Cuando Silvina y la Señora Martínez se acercaron, todos se sorprendieron visiblemente; no esperaban que Silvina apareciera en ese lugar.
La pareja desconocida mostró de inmediato una evidente hostilidad hacia Silvina, pero al ver a Leonel a su lado, vacilaron por un instante.
Ese hombre… qué presencia. Incluso ya en la madurez, Leonel seguía siendo lo bastante imponente y atractivo como para arrancar un suspiro involuntario