Las palabras cortantes de Silvina golpearon de lleno en el corazón de Leonel.
En el mismo instante en que las había pronunciado, él ya se había arrepentido.
Sabía que esas frases herirían a Silvina… pero nunca imaginó que la réplica de ella sería tan rápida, tan afilada.
Cada palabra fue como un cuchillo clavándose en lo más hondo de su pecho.
Amándose en silencio, y sin embargo, condenados a destrozarse mutuamente.
Tania, al ver sus rostros tensos, entre la furia y la palidez, solo pudo soltar un suspiro cansado.
En ese momento, Ruperto aprovechó para añadir, con voz firme:
—Si no puedes pagar esa suma, yo puedo adelantar el dinero.
El rostro de Leonel se ensombreció aún más.
¿Qué significaba eso?
¿Que él, Ruperto, pagaría por Silvina?
¿Con qué derecho?
¿De verdad Silvina ya caminaba tan cerca de él?
¿Acaso ya lo había elegido?
Sí, tenía sentido… Ruperto poseía un rostro que no desmerecía al suyo y una familia igual de poderosa.
No era extraño que Silvina se inclinara hacia él.
Así q