Silvina y Tania llegaron al vestíbulo.
Al ver que todos aún las esperaban, Silvina mostró una expresión de disculpa:
—Perdón, pensé que ya se habían adelantado…
Camille sonrió con suavidad, como una brisa ligera:
—No pasa nada, así aprovechamos para tomar un poco de sol. Estar encerrada en casa todo el tiempo ya me está volviendo loca.
Camille y Tania eran dos extremos opuestos.
Una parecía un sauce delicado, la otra irradiaba sensualidad hasta el límite.
Aunque no se conocían demasiado, la naturaleza misma de dos bellezas las llevaba a medir fuerzas en silencio.
Al ver lo cercana que era Tania con Silvina, a Camille se le torció la sonrisa.
Más aún porque Silvina se parecía demasiado a Susana…
Susana, aquella mujer que casi se convertía en su cuñada.
Aunque Silvina no fuera Susana, Camille no podía evitar verla como "de su lado".
Y verla tan unida a Tania le resultaba irritante.
Por eso, cuando todos iban a salir, Camille fue la primera en proponer esperar a Silvina.
Su sugerencia fu