Leonel se asustó muchísimo con la actitud de Liliana.
Si ella realmente se lanzaba desde allí arriba, no solo no tendría cómo darle la cara a su madre, tampoco podría responderle a Santiago.
¡Y Santiago apenas llevaba dos días de haberse marchado, confiándole una y otra vez que cuidara bien de Liliana!
—¡Respóndeme, Leonel! ¡Dime algo! —Liliana lo acorralaba con sus lágrimas y su voz desesperada.
Hace apenas unas horas, Silvina había dicho con absoluta calma que si algún día Leonel le pedía separarse de frente, ella lo haría sin titubear.
Liliana quería que Silvina lo escuchara con sus propios oídos.
Silvina giró el cuerpo de inmediato, evitando que Leonel viera la expresión de su rostro.
Solo sus manos, que se apretaban con fuerza, revelaban lo que realmente sentía.
Tania le dio una palmadita suave y le susurró:
—Silvina, no hagas caso. Pase lo que pase, lo que Liliana le arranque a Leonel con presión nunca será lo que él siente de verdad.
Camille levantó la mirada y, al encontrarse