Silvina sonrió con serenidad y saludó a todos los presentes:
—Hola a todos, soy Silvina.
Los empleados que habían sido trasladados de diferentes filiales del país eran, sin excepción, veteranos expertos en leer el ambiente.
¡Seguir la cuenta de Twitter del presidente era casi un deber!
Así que desde ayer ya sabían que la mujer embarazada de sonrisa tranquila frente a ellos era, nada más y nada menos, que la esposa del presidente.
—¡Buenos días, Señora Leonel! —respondieron todos a coro.
Silvina, algo incómoda, agitó la mano y replicó:
—No me llamen así, por favor. Tomás y los demás me dicen "jefa del equipo", así que ustedes también pueden llamarme Silvina o simplemente jefa.
—Sí. —contestaron los empleados al unísono.
Leonel estaba más que satisfecho.
Su esposa, sin importar el ángulo, le parecía perfecta.
Tan rápido y ya había conquistado a sus subordinados.
Liliana, de pie entre la multitud, apretó los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
Cada mirada cómplice entre Leo