Tania salió de la habitación y saludó a Silvina y a Leonel:
—Por fin han vuelto. Miren cómo quedó la decoración, ¿les gusta? Ah, y tengo algo que contarles: hace un rato Ruperto mandó una pila de documentos, los dejé en su cuarto. El despacho aún no está listo, es tu espacio privado, Leonel, así que mejor deja que tus asistentes lo organicen. De momento, puse los archivos en su habitación. También cambié la cerradura por una de huella digital, no vaya a ser que alguien sin vergüenza se equivoque de puerta en plena noche.
Al escuchar las palabras cargadas de indirectas de Tania, el rostro de Liliana permaneció inexpresivo.
Pero Silvina, en su interior, no dejaba de aplaudirle.
¡Qué previsora era Tania!
—Ya lo sé —respondió Leonel con una ceja alzada.
Silvina le sacó la lengua a Tania, y Tania le devolvió una sonrisa abierta.
En la puerta de su dormitorio, Silvina y Leonel registraron sus huellas y configuraron la contraseña antes de entrar.
Tal como esperaba, la decoración del cuarto s