Los ojos brillantes de Leonel no dejaban de observar en secreto la expresión de Silvina.
Cuando notó la sonrisa que floreció en su rostro en el instante en que él entrelazó sus dedos con los de ella, su convicción se volvió aún más firme.
¡Así era!
¡Tomás tenía razón!
—¡Wow, qué guapo! ¿Será un actor? ¡Dios mío, demasiado guapo! —de repente, varias personas en la calle empezaron a levantar sus teléfonos para tomar fotos de Leonel y Silvina.
Silvina, al darse cuenta, intentó tirar de Leonel para irse rápidamente.
Pero Leonel la atrajo con fuerza y, con calma, siguió caminando sin apresurarse.
—¿Qué tanto te apuras? Si quieren tomar fotos, que lo hagan —dijo con serenidad, inclinando levemente la mirada y vertiendo toda la ternura de sus ojos sobre Silvina.
—Pero… ¿no odiabas que la gente te mirara? —preguntó ella, levantando la cabeza confundida.
Ese solo gesto fue suficiente para que Silvina quedara atrapada por completo en el fulgor embriagador de sus ojos.
Él era… demasiado cautivad