—Señor Leonel, por favor, pase adentro. El almuerzo estará listo en un momento —el señor Martínez lo recibió con gran cortesía.
Leonel avanzó con paso firme hasta colocarse al lado de Silvina. Sin dudarlo, tomó su mano entrelazada con la suya.
Silvina se quedó completamente atónita.
¿Pero qué significaba esto?
¿No se suponía que él había decidido reavivar su viejo amor con Liliana?
Entonces, ¿por qué la tomaba de la mano delante de todos?
Ella intentó zafarse, tirando de sus dedos, pero Leonel la sujetaba con tanta fuerza que no le dejó ninguna oportunidad de resistencia.
En los labios de Leonel apareció una sonrisa traviesa.
Tomás le había aconsejado poco antes: "Cuando tu mujer está enojada, lo que tienes que hacer es sujetar su mano con firmeza. Aunque se resista, no la sueltes. Y, si hace falta, un abrazo o un beso inesperado pueden ser la mejor solución."
Pues bien, parecía que aquel consejo funcionaba de maravilla.
Silvina, en cambio, sentía que estaba al borde del colapso.
¿En