El segundo día de la boda.
Silvina llevaba un elegante vestido largo de color fucsia. Su cabello estaba recogido en un moño adornado con tres orquídeas frescas del mismo tono.
Las joyas que eligió también tenían forma de orquídeas.
Con aquel conjunto, Silvina parecía una auténtica ninfa de las flores.
Tania no pudo evitar exclamar con admiración:
—Silvina, este estilo delicado te queda perfecto, ¡estás deslumbrante! El diseño del vestido es tan bueno que, si no se mira con atención, nadie imaginaría que estás embarazada.
Silvina sonrió y respondió:
—Sí, a mí también me gusta mucho este vestido.
Tania le colocó una pulsera pequeña con forma de orquídea. Aunque discreta, aquella sencillez la hacía aún más encantadora.
En ese momento, Ruperto llamó a Silvina por teléfono:
—¿Ya desayunaste? Estoy esperando en la entrada.
Tania levantó las cejas con gesto de "ya lo sabía" y comentó:
—No es de extrañar que digan que casi todas las mujeres cuidadas por el señor Ruperto terminan enamorándose