Abuela Muñoz sostuvo el teléfono con una sonrisa ligera y preguntó:
—¿No sería mejor quedarte en casa y disfrutar de la tranquilidad?
—Abuela, yo... yo preferiría volver a trabajar. Estar sola en casa todo el día me pone muy ansiosa. Si estoy de mal humor, también podría afectar al bebé. —Silvina no se atrevía a confesar que necesitaba dinero, así que apretó los labios y suplicó suavemente—: No voy a trabajar horas extras como antes. Solo quiero un ambiente familiar que me ayude a despejarme un poco.
—Si solo es por despejarte, entonces mejor vete con Leonel. Nadie me da más confianza que él —respondió Abuela Muñoz, pensando que tenerlos juntos ayudaría a fortalecer su relación y sería bueno para el bebé.
Silvina se quedó un instante en silencio. ¿Ir a trabajar con Leonel? ¿De asistente? ¡Pero si ella no tenía ni idea de cómo hacer ese trabajo!
—Está decidido —añadió la abuela, con la autoridad que la caracterizaba—. O vas como asistente de Leonel, o te quedas en casa a descansar.
—¡I