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Capítulo 134 Cuando el corazón se enfría

Janet no pudo soportarlo más y dio un paso al frente para decirle a Silvina:

—Señora Leonel, ¿por qué no le cuenta la situación a la Vieja Señora Muñoz? Ella la aprecia mucho; si es ella quien lo pide, el Señor Leonel no permitirá que otra mujer viva aquí.

Silvina negó suavemente con la cabeza:

—Gracias, Janet. Gracias por defenderme antes. Pero no es necesario. Leonel es el dueño de esta casa; él tiene el derecho de decidir quién se queda y quién se va.

Ella ya pensaba marcharse.

Aunque Rosa hubiera entrado antes de tiempo, en teoría debería darle igual.

Debería sentir que no importaba…

Pero ¿por qué entonces su corazón se sentía tan oprimido?

A la hora de la cena, los tres se sentaron a la misma mesa, comiendo en silencio.

Silvina mantuvo siempre la vista baja, evitando mirar a la pareja que se mostraba cariñosa frente a ella.

Rosa, en cambio, no desaprovechó ninguna ocasión para herirla:

—Leonel, prueba esto, está delicioso —dijo con voz melosa—. Recuerdo que antes te encantaban lo
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